Lord Dunsany escribió literatura fantástica; próximo a Machen y más lejanamente a Lovecraft. Combinó sus relatos con su vocación de viajero y su deber de soldado. Transitó lugares extremos; participó en la pelea Bóer y en la Gran Guerra europea. Fue también cazador de leones. Confesó que no lo empujaban a sostener sus fábulas la certeza y el fragor de lo vivido, sino la neblina de lo soñado.
Los sueños de Pilar Cossío prefiguran en su obra la verisimilitud del objeto. Homero dice de Ulises que “derramó lágrimas sin ser observado por los presentes. En su “Parménides”, Martín Heidegger interpreta estos versos sugiriendo que Ulises “estaba en el ocultamiento cuando derramaba sus lágrimas”. Dicho de otro modo, estaba al borde de descubrirse o desvelarse, de llegar a su esencia y ser enteramente Ulises. Los tejidos, las imágenes y urdimbres, los artefactos debidos a la mente y a la mano de Pilar Cossío brillan emergentes, como algo extra-ordinario, que al desenmascararse de toda realidad conciben lo inconcebible, la realidad palpable, crecida dentro y más allá de las apariencias.
Su inconsciente se acerca mejor a Jung que a Freud. No sin razón, Jung señala que Freud parte de un concepto limitado de la gnosis, centrado en la estructura demiúrgica, atento a la reparación de la vigilia, ajeno al regalo prometeico que ofrece al hombre la travesía por las regiones subterráneas y el acceso a la verdad.
Percibe Cossío el objeto con sus manos-su mirada- contiguas al ser. Porque el aire sólo es aire cuando se mueve clavado en el espacio, libre en su significado, entreverado por esa lluvia de barro que es el prodigio de la creación. Porque, de regreso a Heidegger: “Quien se presenta a sí mismo en la mirada es un dios, pues tiene el fundamento de lo extra-ordinario, el ser mismo, y posee la esencia del aparecer que se desvela a sí mismo”.
Eduardo Calvo García
Beirut, mayo 2010
Director del Instituto Cervantes de Beirut