La vida en un hilo. Javier Hernando

Sus composiciones reiteran la mezcla de imágenes que muestran su ubicación geográfica: España, Francia, Italia… a través de iconos arquitectónicos que al mismo tiempo constituyen una expresión sutil de la propia trayectoria vital de la artista, pues en efecto aquélla ha venido discurriendo desde hace muchos años entre los tres citados países. La presencia de los espacios habitados por la artista en sus obras, o la utilización de los lugares de su cotidianidad como materia prima para la creación, instaura de facto una complicidad entre ambas, señala una cierta condición autobiográfica de su obra, aunque no en términos narrativos sino psicológicos.

En nuestro tiempo ese discurrir vital errante es obligado para muchas personas, víctimas de un vivir alucinado impuesto por un modelo económico que ha contaminado su avaricia hiperactiva a los comportamientos humanos. Pero no creo que sea ese el sentido de la movilidad de Pilar. Ella forma parte de un sector, cada vez más minoritario, que se resiste a ser imbuido por aquella dinámica absurda.

El nomadismo es una actitud mental que en muchos casos ni siquiera precisa de traslado físico para cumplirse. Ser nómada significa poseer capacidad de adaptación, y por tanto apertura mental, significa sostener una concepción relativista y no esencialista de las cosas, significa sosiego. De ese modo se sitúa en las antípodas del nómada prototípico contemporáneo, agitado, incluso histérico. Por eso lo que proponen las obras de Pilar Cossío es, como ya señalé en un texto anterior, el vagar como comportamiento vital, es decir, un moverse libremente, con tranquilidad, sin el sometimiento a normas estrictas que perturban la estabilidad psíquica del individuo.

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Hay una obra sublime. Me refiero a Pavana, una instalación articulada a partir de un único elemento: un tutú blanco suspendido de forma invertida en un pequeño recinto interior. En el suelo un espejo circular captura el vestido ofreciéndonoslo en su posición normal y una iluminación concentrada sirve para multiplicar sobre los muros la silueta del mismo. El conjunto se completa con un fondo musical.

De manera que el magnifico resultado es una composición escenográfica que por una parte refuerza la idea de ligereza, de inmaterialidad ; y por otra genera un vértigo del que no podemos escapar cuando nos asomamos al espejo, convertido en un pozo abisal. Se trata por tanto de una propuesta tan lírica como ambivalente. Porque por una parte la suspensión, ligereza y ritmo del vestido enuncian control de sí misma, libertad. Pero al mismo tiempo esa inquietante ausencia del sujeto y sobre todo esa fuga hacia un interior infinito parece remitir a la inestabilidad, incluso a la muerte.

En cualquier caso se trataría de un desenlace sosegado, ya que pavana, el término con el que la artista define esta instalación, es una danza pausada. Esta obra presenta un notable paralelismo con la de la artista británica Sam Taylor-Wood, Strings: una vídeo-instalación en la que un cuarteto de cuerda interpreta una pieza musical mientras un joven suspendido en el espacio se mueve constantemente en una especie de danza aérea. La fragilidad de la vida, pendiente de un hilo -strings (cuerdas) aludiría en este sentido tanto a los instrumentos musicales como al sostén invisible que mantiene al joven en el aire- se muestra también en esta obra sin dramatismo. Sam Taylor-Wood y Pilar Cossío coinciden en su mostración de esa fuga como una danza armónica.

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“En el arte de Pilar Cossío todo se mueve sin tregua”, afirma Daniel Soutif, “ como si sólo este movimiento continuo pudiese darle el nacimiento y la vida” (“Danser”, en Catálogo de la Exposición Coin d’air, Galerie Weiller, Paris y Abbazia di Spineto, Sarteano, 2002). A la postre el cuerpo, presente o ausente, late bajo cada uno de los ensamblajes icónicos de la artista, recordándonos la aleatoriedad del tránsito vital; un tránsito que, como en una de las películas más emblemáticas de Edgar Neville, percibe la vida en un hilo.

JAVIER HERNANDO

Madrid, abril 2007